La
lista clásica se basa en un breve poema de Antípatro de Sidón hacia (125 a. C.)
o Antípatro de Tesalónica (entre 20 a. C. y 20 d. C.) en el que el poeta alaba
las Siete Maravillas del Mundo. Esta lista originalmente mencionaba la Puerta
de Istar en las murallas de Babilonia en vez del faro de Alejandría. Relatos
posteriores efectúan dicho reemplazo.
Sin
embargo, se conservan referencias de otras listas anteriores realizadas por el
historiador Heródoto, o el ingeniero Filón de Bizancio, aunque sus escritos no
han perdurado, excepto como referencias.
En
otros textos son los Jardines Colgantes de Babilonia los que no figuran,
estando en su lugar las murallas de la misma ciudad.
Todas
son construcciones humanas y que los griegos pudieran admirar.1 No se recoge
ninguna maravilla natural ni ninguna ruina, por majestuosa que ésta fuera. En
parte es por eso que se habla de una octava maravilla del mundo: la torre de
Babel, el zigurat de Babilonia; pero este edificio estaba en ruinas cuando llegaron
los soldados de Alejandro Magno y la lista de maravillas data de años después.
Esta posibilidad de una maravilla más ha contribuido a acuñar la frase Octava
Maravilla del Mundo para denominar a una obra humana excepcional que se
adelanta a su tiempo o muy significativa.
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